Hoy, para empezar la semana, toca otra “batallita del abuelo”, que ya ha pasado mes y medio de la última.
Como siempre, es una experiencia basada en hechos reales, que ocurrió hace ya unos cuantos años, probablemente, año 1998 ó 1999, cuando la gente se volvió loca a implantar ERP’s antes de que llegase el año 2000 y desapareciera el mundo.
Sucedió en un cliente al que llegué porque mi gerente de aquel entonces me comentó que había surgido “una gran oportunidad” para mí. Recuerdo que le puntualicé que quizás el término “gran oportunidad” no era el más adecuado para llegar a un cliente en el que se habían ido 5 consultores en 2 semanas y se habían quedado sin nadie, pero que entendía que sonaba mejor que “tenemos un marrón”… 😉
Llegué como analista/programador, aunque el cliente se refería a mi como: “no sé, tú sabrás, tú eres el experto”. Y lo cierto es que lo era, porque allí no había nadie más.
En cualquier caso, fijé las expectativas desde el primer momento y les pedí que me llamarán mejor: “no lo sé, pero lo miro”. Y mirando, mirando, estuve por allí más de 3 años y medio, pero vamos a la historia, que me pierdo.
Resulta que una tarde teníamos que ejecutar un batch-input en producción, por razones que no vienen al caso y así lo hicimos. Como yo era externo (ya sabéis, la lucha de castas…), lo hicimos con el usuario de un consultor interno que había y… falló.
(Que levante la mano quién no haya hecho nunca un batch-input en el que modificaba un registro en lugar de copiarlo. Bueno, pues eso mismo, con el salario de todos los empleados de la compañía, el día antes de lanzar la nómina).
El autor material del desastre, tanto del programa como de la ejecución era yo, pero el usuario que constaba era el de él, ya que era el responsable del proceso.
(Alguno, llegados a este punto, os preguntaréis si no se probó antes en el entorno de test, pero es que aquí estamos hablando gente valiente y ya sabemos que ¡lo de probar las cosas en test es de cobardes!)
Total que teníamos un problema… o eso pensaba yo. No lo tenía yo, ni lo tenía él, ni lo tenían los usuarios, ni el cliente, lo teníamos todos… era un problema común, de todos, pero… sorprendentemente, el problema de él desapareció en cuanto su nombre de usuario desapareció del sistema de producción.
Si no recuerdo mal, antes de hacer nada había hecho una copia de los datos y los restauré, dejando los datos originales. Después hubo que hacer más cosas pero él, en ese momento, se evaporó y allí nos quedamos los demás, con “nuestro problema”.
Por supuesto, el problema se solucionó, gracias al esfuerzo de todos los que permanecimos allí y cosas como esa son las que permitieron que “no lo sé, pero lo miro” fuera ganándose la confianza del cliente, no por su aPtitud (que fue adquiriendo con el tiempo), sino por su aCtitud.
¿Y esto a qué viene hoy? Pues porque me temo que se avecinan tiempos difíciles y que ante el inminente “efecto 2025” que se nos viene encima, necesitamos gente con ambas cualidades: aptitud y actitud.
Por supuesto, la actitud es algo difícil de cambiar y siempre habrá jugadores que dejen tirado al equipo, pero por lo menos, creo que necesitamos aprender de los errores del pasado y que la gente tenga unas aptitudes mínimas ante lo que nos viene encima.
¿O vamos a querer volver a salir adelante con “expertos” de 6 meses de experiencia? 😉